El Benfica contra la maldición de Bela Guttmann

“En cien años desde hoy, ningún club portugués se convertirá en campeón de Europa y el Benfica sin mí nunca ganará una copa europea”. Esta es la lapidaria declaración que lanzó al aire el ex-entrenador húngaro Bela Guttmann, una declaración que pasó desapercibida en aquel momento y que en la actualidad es una tremenda losa con la que cargan las águilas desde hace 57 años, convirtiéndose en una auténtica maldición. Se trata de la maldición de Bela Guttmann.

El inicio de la maldición de Bela Guttman

Todo este calvario benfiquista se remonta al fin de la temporada 1961/62, en la que tras ganar la Copa de Europa en Amsterdam al Real Madrid por 5-3 y convertirse en bicampeón europeo de manera consecutiva, Guttman cree que por el gran trabajo realizado merece mejorar las condiciones de su contrato e incrementar su salario sustancialmente, haciendo la pertinente petición a los mandamases del club luso. Finalmente, el Benfica no cede a sus pretensiones, provocando en el entrenador magiar una hemorragia de rabia que le lleva a tomar la decisión de dimitir alegando la falta de consideración que el club tuvo hacia su persona a pesar de poner al Benfica en lo más alto del panorama futbolístico europeo, es aquí cuando con un anhelo vengativo lanza la ya mencionada frase.

En aquel momento las palabras de Guttmann fueron tomadas como las de un hombre despechado, propias de una pataleta infantil, quién se podía creer en aquel momento que el equipo sucesor del Madrid de los Di Stefano, Gento y Puskas y con jugadores de la talla de Coluna o Eusebio podría no volver a ganar un título europeo, para ejemplificar mejor la osadía de la sentencia, sería como si a día de hoy Zidane dejara el Real Madrid y dijera que no volverían a ganar una competición europea sin él, lo cual generaría infinidad de burlas y mofas. Pues bien, con esa frase empezó la maldición de Bela Guttmann.

El artífice de las declaraciones que todavía llenan de pesadillas las mentes lisboetas: la maldición de Bela Guttmann.
El artífice de las declaraciones que todavía llenan de pesadillas las mentes lisboetas: la maldición de Bela Guttmann. (Pasión Fútbol)

Y la maldición de Bela Guttmann se hizo efectiva

Lo que debería quedar en una mera anécdota se transformó en una pesadilla a menos de un año de ser pronunciada: en 1963 el Benfica pierde la final de la Copa de Europa ante el Milán, “un golpe de suerte para el despechado Guttmann” pensarían los aficionados lusos, pero no quedaría ahí la cosa; tan sólo dos años después el Benfica perdería otra final ante el Inter de Milán y otros tres años en adelante, en 1968, perdería una final más de la misma competición, esta vez ante el Manchester United. ¿Casualidad? No lo creo. La maldición de Bela Guttmann era muy real.

Tras esta debacle finalista la sombra de Bela Guttmann se hizo muy alargada y en el imaginario benfiquista el elemento supersticioso se puso en primera plana, comenzaba a racionalizarse un hecho absolutamente irracional, pero en el fútbol tiene una especial importancia el elemento anímico, ya sea en jugadores que vienen de una lesión de larga duración y no se sienten mentalmente seguros de sus condiciones físicas, a la hora de encarar un partido ante un rival que te tiene tomada la medida, etc.; y esta condena podría tener cierta repercusión a la hora de encarar las finales el equipo lisboeta o en cómo sobrellevar ciertos lances del juego en ellas.

Sea como fuere el mal fario no quedó ahí, el Benfica siguió perdiendo finales: de la Copa de Ferias (actual Uefa Europa League) en 1983 ante el Anderlecht, de Copa de Europa en 1988 y 1990 ante PSV y Milán, todas ellas con un acento dramático, al perderlas por la mínima o desde el punto de penalti. Dramatismo que no desapareció en las últimas y más recientes finales perdidas por las águilas, en 2013 ante el Chelsea de Rafa Benítez perdiendo con un gol en el último minuto del añadido de Ivanovic y ante el Sevilla en 2014 siendo superados como en el 88 por la suerte de los penaltis después de ser superior al equipo andaluz durante la práctica totalidad de los 120 minutos de partido. Llegando así hasta un total de 8 finales perdidas desde que dejó Lisboa el mito húngaro de los banquillos.

 

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