Año 2018, siglo XXI, millones de deportistas amateurs y solo un porcentaje muy pequeño en la élite de las competiciones, ¿qué les diferencia? Vamos a analizar la importancia del plano mental en el deporte.
Actualmente, en la época que estamos viviendo, la innovación tecnológica y el avance de las ciencias ha sufrido un crecimiento imparable, una progresión que lleva al ser humano, en su infinita curiosidad, a tratar de conocer todo lo relacionado con el deporte. Se promueven y llevan a cabo miles de proyectos anuales que tratan de comprender el cuerpo humano, y más concretamente los cuerpos de élite, pero, ¿y si ya hemos llegado al máximo punto que alcanza la condición humana? Muchísimo dinero invertido, innumerables propuestas de entrenamiento diferentes con la intención de, por ejemplo, bajar de las dos horas en una maratón, récords en atletismo que llevan muchos años sin ser derrocados, ¿qué explicación puede tener?
La ciencia se ha empeñado en la mejora de la condición física, llegando hasta un punto que puede ser difícil de superar, porque en el fondo somos seres humanos y como tal, tenemos limitaciones. En este sentido, ¿cuál puede ser el siguiente paso en un salto cualitativo en el rendimiento de los deportistas de élite? El plano mental.
La importancia del plano mental en el deporte
Numerosas investigaciones actuales sugieren que una parte del rendimiento puede llegar desde este ámbito, ¿pero cómo? Parece haber gran consenso en que el fenómeno de la neuroplasticidad o plasticidad cerebral es el siguiente gran foco de estudio en este sentido. Este concepto podríamos definirlo como la capacidad del cerebro para reorganizarse, para reforzar las redes neuronales que más utilizamos y desechar las menos útiles con el objetivo de adaptarse a las demandas del entorno que nos rodea. Se persigue una optimización de los recursos cerebrales. Esta sería la parte de “entrenamiento mental”.
Entonces, ¿qué diferencia al cerebro de un atleta de un deportista recreativo? Al estudiarse las zonas del cerebro que se activan en cada caso, encontramos que, cuando ambos se imaginan el ejercicio al que han de enfrentarse, el atleta entrenado activa solo las zonas sensoriomotrices que se requieren para el ejercicio mientras que una persona no especializada produce conexiones más difusas, que implican partes más globales del cerebro. La base de hacer este tipo de pruebas se encuentra en que la visualización produce en el cerebro efectos muy similares a los que produce la practica del ejercicio en sí.
La lógica nos llevaría a pensar que el cerebro de un atleta de élite habrá desarrollado una estructura cerebral más compleja en ese proceso de aprendizaje sobre su disciplina, sin embargo, curiosamente, el proceso funciona del revés, el deportista de alto rendimiento optimiza sus movimientos “eliminando” ciertos circuitos neuronales, de manera que solo queden disponibles los circuitos más adecuados para realizar el movimiento exacto que necesitan. Esto les haría ir un punto por delante, ser capaces de ejecutar de manera más precisa y rápida los movimientos requeridos, porque su cerebro ha aprendido el punto exacto a dónde mandar la información y el camino más rápido para hacerlo.
Así que, cuando ustedes vean a Dirk Nowitzki haciendo el mismo tiro durante toda su vida, a Michael Jordan calcando una vez tras otra su famoso fade away, a Roger Federer poniendo una bola tras otra en el mismo punto exacto o la chilena de Cristiano Ronaldo, pueden pensar en términos de calidad, términos de entrenamiento, términos de fortuna y, ahora también, en términos de plasticidad cerebral.
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