Este artículo es, en realidad, una recopilación de artículos. En SportBall hemos ido publicando, desde nuestros inicios, distintos artículos que comparaban el fútbol de antes y el de ahora. Existe un creciente sentimiento de odio al fútbol moderno. ¿Está justificado? ¿Cómo era el fútbol en el pasado?
Separados por bloques, encontraréis a continuación casi un libro que os hará viajar por el pasado reciente para comparar un deporte que, por supuesto, es el mismo, pero no lo parece.
¡Un brindis por la extinta clase media!
La crisis ha golpeado fuertemente a toda la sociedad española, la vida no nos ofrece lo mismo en 2014 que en 2007. El pesimismo y la desconfianza de quienes toman las decisiones es más fuerte que nunca y amaga con arraigarse por los siglos de los siglos.
La crisis económica impactó al fútbol de ahora, alejándolo del de antes
El fútbol no ha sido ajeno a todo este declive y de hecho encontramos puntos idénticos que lo demuestran: estallido de la burbuja inmobiliaria, recortes, desigualdad entre ricos y pobres, desaparición de la clase media… etc. Será en este último punto donde nos centraremos, haremos un ejercicio de nostalgia para reverdecer viejos laureles y finalmente brindaremos porque aquella añoranza pueda algún día volver a ser tan real como lo fue entonces. Vamos a ver el fútbol de antes y el de ahora comparado.
El fútbol español no fue siempre cosa de dos, al menos no de forma tan radical como lo es ahora. Los mejores jugadores pertenecían al actual duopolio y los títulos caían habitualmente del mismo lado, para qué nos vamos a engañar, pero aquel hincha que fielmente se presentaba en el estadio dispuesto a animar a su equipo sabía que la victoria era posible, fuese contra quien fuese. Tenía la seguridad de que al menos un tercio de sus jugadores estaban capacitados para hacer daño incluso a blancos y blaugranas, podía soñar con colarse entre los puestos de honor y codearse entre los más grandes.
Datos que hablan de la precarización de LaLiga los hay hasta decir basta. Lejos de los focos que alumbran a Real Madrid y F.C. Barcelona, se esconde una realidad perversa que comenzó con la pérdida de competitividad del núcleo duro de la liga y ha acabado por vaciar los estadios.
¿La mejor liga del mundo?
Aquella cantinela de “la mejor liga del mundo” provoca hoy los mismos aplausos que carcajadas, con dos equipos que se pasean en la competición doméstica y encadenan un resultado escandaloso tras otro. Los 6-0, 7-1, 5-0, resultados propios de los años 50, se han vuelto a poner de moda. Cualquier cosa que no sea aplastar al rival es un mero fracaso para los dos gigantes de nuestro fútbol, capaces de aglutinar una selección mundial de 25 jugadores en su plantel mientras se enfrentan a equipos cogidos con pinzas que se ven obligados a vender a sus mejores jugadores año tras año y reemplazarlos por otros menos buenos al menor coste. Es algo que genera en la corriente de pensamiento conocida como odio al fútbol moderno.
Un sistema que favorece el duopolio Real Madrid – Barcelona
Todo está hecho para ellos: el reparto del pastel de la televisión, la atención mediática, incluso el calendario (¿recuerdan aquello de fijar las fechas del clásico para no perjudicar unas hipotéticas semis de Champions?). Pero toda cara tiene su cruz, mientras los ricos son más ricos que nunca, el empobrecimiento del resto amenaza con tornarse algo crónico. Incluso los más acérrimos seguidores de Madrid y Barcelona empiezan a anhelar la competitividad de antaño, cuando una visita del Deportivo de la Coruña al Bernabéu no era un 1 fijo en la quiniela.
Esto no es la NBA, una liga que tiene claro que el negocio sólo es rentable si cada una de las franquicias participantes es rentable, por eso se empeñan en igualar constantemente la competición. Pero no estamos en Estados Unidos, ni el equipo más pobre es propiedad de cualquier multimillonario de turno, ni lamentablemente existe un presidente como David Stern o Adam Silver, que cada vez que tiene la oportunidad habla de fomentar la “igualdad entre los equipos”.
Tebas favorece un sistema que beneficia a dos equipos
En LaLiga quien tiene el mando es Tebas, que defiende la aplastante diferencia de los ingresos de Real Madrid y F.C. Barcelona en base a que, de esta forma, estos pueden contratar a los mejores jugadores del mundo. O lo que es lo mismo, se confunde el beneficio de unos con el de todos, como si al pobre aficionado sevillista que paga su abono le afectase el fichaje de Neymar. Formas de dirigir como la de Tebas son las que general el odio al fútbol moderno.
Se mira hacia otro lado, se tapan las miserias de la mayoría con el caviar de unos pocos. Javier Tebas, como todos, también sabe que mientras a los dos transatlánticos se les dan todo tipo de facilidades para pagar a sus estrellas, el Celta de Vigo se verá obligado a desprenderse de su mejor jugador sin que Tebas ni nadie dé la cara por ellos. Son invisibles, olvidados, otrora clase media que llegaron a asomarse al balcón del éxito y ahora mendigan por las calles en busca del pan negruzco que no quiere comerse la nobleza.
La ausencia de clase media, diferencia entre el fútbol de antes y el de ahora
La clase media está prácticamente extinguida. Aquellos jugadores destacados de equipos como el Dépor, Real Sociedad o Málaga acabarán, en su mayoría, jugando en el extranjero, conscientes de que no tienen la calidad suficiente como para llamar la atención de Real Madrid o Barcelona ni tampoco el estómago tan lleno como para seguir cobrando por debajo de su caché. Grecia, Italia, Portugal e Inglaterra han sido los principales receptores de talento made in LaLiga. No sé a ustedes, pero a alguien como yo le da pena que jugadores como Cazorla, Mata, Tello, Borja Valero, Joaquín o Michu no tengan cabida en ningún conjunto de nuestro país.
Los goles confirman el abismo existente entre el fútbol de antes y el de ahora
No son buenos tiempos para la “otra liga”, es habitual que el quinto acabe a 40 puntos del primero, siendo una mera comparsa dentro del jolgorio general de los Iniesta, James, Luis Suárez o Sergio Ramos, que han acabado fijando la cifra del campeón de liga en torno a los 90 puntos, cuando no 100. Y si hablamos de números que asustan, ¿qué me dicen del pichichi? Atrás quedaron los tiempos en los que 25 goles aseguraban prácticamente el trofeo, los 24 goles de Raúl en la 98-99 o los 21 de Diego Tristán en la 2001-2002 son hoy números de chiste comparados con los que presentan temporada tras temporada Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.
Los informativos dan buena cuenta de la colección de récords de los dos colosos, seguramente no ha habido ni habrá nada igual en los próximos doscientos años. Lo que no nos dicen es que Diego Tristán consiguió su trofeo con un equipo más solidario y menos letal en ataque y que, para lograr sus 21 goles tuvo que medirse a centrales de la talla de Djukic, Ayala (Valencia) Goran Djorovic (Celta), Pochetinno (Espanyol), Siviero (Mallorca) y un largo etc. de jugadores de talla internacional.
Cifras que asustan
No dudo de que Cristiano o Messi serían los máximos goleadores de cualquier liga del mundo y que no hay ningún goleador comparable a ellos en los últimos diez años. Sin embargo, cifras que rondan los 50 tantos nos hablan de una liga bipolar, eso si queremos ser prudentes… y de un circo si tiramos por la línea recta. Que a nadie le sonroje que un jugador ande por encima de la veintena de goles antes de finalizar la primera vuelta es, como mínimo, muy preocupante.
Equipos pasando rebasando los 100 goles, siendo habitualmente los equipos más goleadores y los menos goleados, acaparando Zamoras y Pichichis, con estrellas que rozan una media de un gol por partido. El champagne se ha descorchado, la fiesta parece no tener fin, al tiempo que la desigualdad entre los de arriba y los de abajo se multiplica exponencialmente. El odio al fútbol moderno no para de crecer.
Un recuerdo de la increíble clase media que tuvo la Liga Española
Sólo el Atlético de Madrid ha sabido imponerse a esa hegemonía, haciéndose respetar tanto en España como en el extranjero. Un equipo que tardó en recuperarse del descalabro económico y de sus añitos en el infierno. A pesar de eso, el presupuesto de los rojiblancos, al igual que el de Valencia y Sevilla (quizá los únicos equipos que pueden dar alguna campanada) están muy lejos del que presentan los dos grandes.
Veamos algunos casos del fútbol de antes y el de ahora comparado. Cuando a mi cabeza le da por pensar en el Málaga, me acuerdo de los goles de Dely Valdés y del dolor de cabeza constante que era Darío Silva. No puedo disociar a la Real Sociedad de la figura de Darko Kovacevic siendo asistido por De Pedro y Karpin. Es imposible olvidarme del Mallorca de Mena, Dani e Ibagaza que acabó líder de la primera vuelta hace más de una década.
Me niego a borrar de mi mente el fútbol total del Celta de Vigo de Mazinho o Gustavo López comandados por el zar Alexander Mostovoi. Si nombro al Betis estoy hablando de las botas blancas de Alfonso y del sombrero que le prestaban las gradas del Villamarín a Finidi George. Si hablo del Deportivo de la Coruña lo hago desde la admiración de recordar la solidez de Naybet y Mauro Silva y lo letales que eran Makaay y Tristán cuando recibían un pase de Valerón.
Cuando veo jugar al Zaragoza se me revuelve el estómago al recordar la bravura del “Toro” Acuña y los goles de Milosevic. Y no quiero olvidarme tampoco del Espanyol campeón de Copa con Tamudo revoloteando entre piernas de gigantes, ni del Racing de Santander del pequeño Munitis y el contundente Salva Ballesta.
Esa clase media ya no existe
El Real Madrid y el Barça siempre han tenido equipos de ensueño. Son un escaparate inigualable para cualquier estrella que se asome al firmamento. Siempre han sabido competir por encima del resto y conjugar el glamour con la dureza competitiva, incluso en los tiempos en que la clase media era más potente que nunca. Esa no es una diferencia entre el fútbol de antes y el de ahora.
Hoy, sin embargo, la mayoría de los equipos que he nombrado anteriormente andan por la parte baja de la tabla e incluso los más desafortunados están a punto de desaparecer. Por eso, como nostálgico sin remedio y fiel discípulo del inventor del refrán “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sólo me queda la esperanza de que la “mejor liga del mundo” lo sea para la mayoría de los equipos posibles. Que los días de vino y rosas de unos cuantos y maicena para otros pasen a la historia. Que vuelva el fútbol, que vuelva la competitividad, que los Mostovoi y Makaay de turno jueguen en el Celta y en el Dépor y no en el Olympiakos ni en el Arsenal.
Un brindis por el antiguo fútbol, un brindis por la clase media.
Un domingo ideal de fútbol… en 2016
Me siento en mi butaca de siempre, recién pintada, más cómoda, ideal. Hoy, domingo de fútbol, domingazo, es un partido importante, esta temporada no hemos dado ni una, acabamos de cambiar de entrenador pero el equipo sigue de capa caída. Hoy tiene que ser el día de la redención, lo presiento. Esta es mi opinión sobre el fútbol moderno.
Antes de empezar el partido los dos equipos salen juntos, ya desde los túneles vienen hablando de esto y de aquello. En el campo hacen una especie de pasillo y se dan la mano unos a otros. Todo muy correcto, muy ideal. Me fijo en que el equipo contrario va de un extraño color rosa pastel, lo cual se me hace raro porque siempre los había relacionado con el blanco y el azul, en fin. Los capitanes se dan las manos, el nuestro en concreto se ha engominado el pelo poco antes de salir a calentar y luce una cuidada barba de tres días. El árbitro lleva el balón, el de invierno, amarillo, perfecto para jugar en condiciones adversas… y a pleno sol en el sur de España.
Fútbol de antes y el de ahora comparado, 1ª parte
El partido empieza relativamente bien, intentamos llevar la manija tocando aquí y allá, aunque sin mucha profundidad. Nuestro mediocentro intenta hilvanar algunos pases en corto, lo malo es que lo hace siempre hacia atrás, es brasileño aunque el pobre parece alemán. Lleva cuarenta partidos y no ha dado ni un taquito, eso sí, corre que se las pela, como buen alemán. Al minuto diez ya hemos perdido el fuelle, los de rosa están empezando a entrar por la banda de nuestro lateral derecho, que no es malo, sube durante todo el partido pero centra como una hiena y no suele llegar a tiempo para defender a su par.
Su extremo izquierdo, que es diestro pero juega en la izquierda, nos está empezando a crear problemas. Es sin duda el mejor de ellos, pero no lleva el 7 ni el 10 sino el 21, y luce unas botas a juego con la camiseta. Rosa. Botas rosa. Por curiosidad me fijo en las de los demás y me sorprende la variedad: verdes, amarillas, azules, doradas… no hay negras. Una de las señas de identidad del fútbol moderno.
Horarios ideales… para Japón y China
En el minuto veinte tengo claro que este va a ser un partido sufrido, nuestro central no despeja ni un balón limpio. Lo han comprado por diez o quince millones y hoy no vale ni dos. Tenemos otro mejor en el banquillo, pero resulta que el míster hoy ha rotado ocho jugadores y al chaval le ha tocado descansar. Esto no va bien, el estadio reacciona y empieza a animar a grito pelado, el gallinero canta una canción en la que aparece la palabra “escudo” y “corazón”, aunque este año nuestra camiseta lleve el escudo en medio del pecho y alguien ha decidido hacerlo de un solo color, que queda muy estético. La zamarra se está vendiendo como churros a 60 pavos cada una, eso sí.
En el minuto veinte llega nuestro primer tiro a puerta, obra de nuestro delantero estrella, que lleva tres goles en veinte partidos pero luce unos tatuajes en el brazo que impresionan. Su arquero muy bien, por cierto, a pesar de que le esté dando el sol en la cara, ya que son las cuatro de la tarde, hora perfecta para la práctica del fútbol y para acortar todas esas comidas familiares de los domingos. Ideal, eso sí, si vives en Japón, que es prime time. Esos enfados por los horarios no hacen más que generar en los aficionados un sentimiento de odio al fútbol moderno.
Al final de la primera parte sacamos un córner en corto. El sacador se la pasa a un segundo que a su vez busca un nuevo pase corto a la frontal del área, toda una obra de ingeniería que termina con una contra mortal de los de rosa y que supone el primer gol del partido. Minuto 43, 0-1. Ya tenemos el lío armado.
Fútbol de antes y el de ahora comparado, 2ª parte
En el descanso salimos más animados, estamos presionando algo mejor y se ve al equipo con las líneas más juntas. Nuestro extremo derecho sigue intentando regatear a su marcador, pero no hay manera, el chico lleva en ese plan desde que llegó, aunque ni el otro entrenador ni éste, por lo que se ve, tienen pensado sentarle en el banquillo. Resulta que el chaval llegó avalado por su representante, que de paso nos ha colocado a un portero, un lateral izquierdo y un delantero de su cartera. Ideal.
Los de rosa están algo desconcentrados y ya les hemos hecho dos ocasiones claras de gol pero no ha habido suerte. El míster prepara el primer cambio, va a entrar un jugador de banda, es argentino aunque es un pecho frío. Dicen que toma mate pero no dice “che” ni “carajo” con cara de malas pulgas. Por cierto, se lo compramos en dólares hace un par de años a un fondo de inversión brasileño, con sede en Suiza.
En el 60 llega el empate tras una buena pared entre el extremo izquierdo y el delantero, una jugada de tiralíneas que tras mucho intentar por fin sale. Esto pinta bien, ya era hora. Ellos hacen un par de cambios, lógico porque se les ve ahogados, del campo sale su mejor hombre, el que más problemas nos estaba creando y en su lugar entra otro jugador de banda, brasileño, que hoy ha sido suplente y como su club tiene problemas de pago se rumorea que va a irse a jugar a China. A China.
Estadios con nombres de bebidas… Expresión máxima del odio al fútbol moderno
Se acerca el final y el partido se calienta, una entrada a destiempo de uno de los centrales de rosa enciende a la grada, que le profiere todo tipo de insultos y cánticos descalificativos, que son silbados por tribuna, la zona donde me siento. No porque seamos más cívicos ni más mayores, sino porque seguramente vamos a salir mañana en la tele y nos van a poner a caldo en algún programa nacional. Si hay mala suerte nos cerrarán el campo porque somos reincidentes. Me fijo en que el central de rosa y el jugador que ha sufrido la falta se encaran, pero el conflicto no pasa a más, los dos se alejan y murmuran cosas tapándose los labios con los dedos. El árbitro los reprende de todas maneras, tapándose también la boca.
El partido se acerca al final y todo parece que va a quedar en tablas. La gente empieza a abandonar su asiento, sin silbar, sin enfadarse, quizás hace años se hubiesen girado al palco pero resulta que el dueño es extranjero y sólo viene al campo de vez en cuando. Reviso en el móvil el calendario y me fijo en que nuestro próximo partido es a las doce, un domingo, contra un equipo complicado, en un estadio bonito con nombre de bebida isotónica. Otra vez habrá más suerte (o no).
Así ha sido un “feliz” domingo de fútbol, de fútbol “ideal” de 2016, mi opinión sobre el fútbol moderno.
*Con objeto de no herir sensibilidades tanto los clubes como las situaciones del juego son meras imaginaciones, más allá del parecido que puedan guardar con la realidad.