Yo llevé la 10: recordando a Ariel «Burrito» Ortega

Desde SportBall solemos rescatar figuras más o menos olvidadas de la década de los 90, futbolistas que nos acompañaron en nuestro profundo enamoramiento de este deporte. Lo hicimos con Riquelme, con Owen, Davids o con Jardel. Todos ellos deportistas peculiares, con sus claros y sombras, con sus detractores y sus seguidores incondicionales. Otro jugador del que tenías que enamorarte sí o sí era Ariel Burrito Ortega.

Todos estos jugadores estuvieron lejos de ser perfectos. Lesiones, problemas físicos o una personalidad extremadamente complicada que les impidió llegar a la élite del deporte rey. Nunca me gustó la perfección, más allá de admirar profundamente a dos fenómenos absolutos como Cristiano Ronaldo o Leo Messi. No puedo imaginar un mundo en el que todos estuviésemos sometidos al juicio sumarísimo al que están citados los dos mejores jugadores de la actualidad durante todos y cada uno de los días de su carrera profesional. Sería tedioso y profundamente injusto.

Conociendo a Ariel Burrito Ortega

Hoy nos ocupamos de otro jugador que tuvo sus aventuras y desventuras. Un renglón torcido más de aquellos que se levantó, cayó y volviose a levantar, uno más de aquellos que lo hicieron a su manera. Sí, a su manera. Siendo menos sobón que Riquelme, con un fútbol menos pretencioso que el de Verón, más gol que Aimar y mejor sentido táctico que Gallardo. Con unas piernas livianas que le ayudaban a tener un regate prodigioso, una imaginación brillante para el fútbol y malévola para la vida.

Histórica foto del debut de Ariel Ortega en River.
Histórica foto del debut de Ariel Ortega en River. Fuente: Clarín

La carrera y los equipos de Ariel Burrito Ortega

Se le esperó como el mesías desde su más tierna infancia, suplió a Dios en Estados Unidos ´94 y puso a sus pies el Monumental de Buenos Aires antes de cumplir los 20. Llegó al Viejo Continente entre alabanzas siguiendo la inercia de los jugadores que quieren ser grandes entre los grandes, mas nunca pudo desembarazarse de su Argentina natal, aquella que lo acogió y lo alzó en hombros tantas veces.

No supo decir adiós e incluso llegó a vivir en el alambre durante algún tiempo. Se equivocó reiteradamente y a pesar de eso se le brindó una despedida de leyenda. Bienvenidos al (a ratos) maravilloso mundo de Ariel, “Burrito” Ortega.

Los inicios de Ariel Burrito Ortega en River Plate

Debutó en River Plate con apenas 17 años de la mano de otra leyenda con claroscuros como Daniel Passarella. Antes de ponerse la banda sangre del club bonaerense ya llevaba a cuestas el sobrenombre de “Burrito”, que heredó de su padre “El Burro”, también futbolista.

Un año después ya era titular indiscutible de uno de los mejores clubes del continente y en 1994 escribió su nombre en letras de oro tras marcarle un gol a Boca Juniors que sirvió para ganarle al equipo xeneize después de ocho años, en un partido que todavía se recuerda en la hinchada de River. Al día siguiente, tras el 0-2, la revista argentina «El Gráfico» publicaría una histórica portada con Ortega como protagonista con el titular: “Le rompió el alma” (ver imagen).

Portada de El Gráfico dedicada a Ariel Burrito Ortega tras vencer a Boca 0-2.
Portada de El Gráfico dedicada a Ariel Burrito Ortega tras vencer a Boca 0-2.

Esbelto, algo zancudo para lo que suele ser un enganche y con una velocidad que sólo utilizaba cuando requería la ocasión, el “Burrito” ya era bien conocido en Argentina, si bien no pasaba de ser un pibe al que todavía no le había llegado el momento de tirar del carro. Sin el carro que acabó perdiendo Maradona por el camino, Ortega se presentó en Estados Unidos como un diamante por pulir, alguien que debía ver al más grande desde el anfiteatro para tomar su relevo años después.

La tumba de “El Diego” se cavaría en aquel Mundial, suspendido ya iniciado el torneo a causa de sus problemas con las drogas, Ortega fue titular en aquella fatídica derrota de los argentinos contra la Rumanía de Hagi (2-3) que les dejaba fuera de la Copa del Mundo antes de tiempo.

Tras el debut con la Selección Argentina, Ariel Burrito Ortega explotó

Después del drama de Estados Unidos vendría la explosión definitiva de Ortega.  River Plate había levantado el Torneo Apertura y la figura del enganche ya era conocida en medio mundo: gambetas imposibles, golazos de todos los colores y un estilo de juego fresco y desinhibido hicieron que el argentino ya estuviese presente a la agenda de todos los grandes clubes del viejo continente.

Aplazó su marcha para devolverle a River lo que previamente recibió, liderando al club bonaerense en una de las mejores etapas de su historia  que tuvo como colofón aquella Libertadores de 1996. Orteguita paseó su clase por los pastos de media Sudamérica, liderando a la panda de pibes que en aquel entonces tenía el club millonario. Matías Almeyda, Marcelo Gallardo, Hernán Crespo o Juan Pablo Sorín, todos bajo el altar en el que se adoraba a un solo hombre, Enzo Francescoli , que había vuelto de su etapa en Europa. Dos goles de Valdanito Crespo le dieron a River Plate su segunda Copa Libertadores y con ello la gloria eterna a aquel grupo de jugadores que huirían en desbandada hacia los clubes más poderosos del mundo.

Vídeo del partido  de Ariel Burrito Ortega contra América de Cali

La llegada de Ariel Burrito Ortega a Valencia

En 1997 el Burrito aterrizó en Valencia con la clásica descuidada melena argentina,  mirada perdida, un rostro un tanto desencajado y unas botas que jamás dejaron de oler a Buenos Aires. Llegó a un equipo construido a prisas y corriendo, entre cohetes falleros e ínfulas de grandeza Paco Roig contrataría a Valdano como entrenador y apostaría por una pléyade de jugadores con un caché inversamente proporcional a su profesionalidad: Marcelinho Carioca, Moussa Saïb, Romario o el mismo Ariel Ortega fueron las banderas de un proyecto que nunca llegó a despegar del todo.

El despido de Valdano y la llegada de un ortodoxo como Ranieri le alejaron de la titularidad, su laxitud a la hora de entrenar y su peculiar carácter tampoco ayudaban. Si a todo eso le sumamos que el levante español quedaba a más de un océano de su Argentina natal la ecuación daba como resultado claro una escapada rápida. A día de hoy, el nombre de Ariel Ortega se relaciona con uno de los mayores fracasos del club en su historia.

Ariel Burrito Ortega heredó la 10 de Maradona en Argentina

Su mediocre rendimiento en Valencia no afectó a su trascendencia como internacional. Ortega había heredado la camiseta con más peso de la historia del fútbol, la había hecho suya portándola con brillantez y dirigiendo a su selección al Mundial de Francia ´98.

Pero el Burrito jamás caminó en línea recta, no fue uno de aquellos alumnos aplicados que se ganan el cariño de los profesores, su senda siempre fue sinuosa y con el paso de los años fue desarrollando una peculiar alergia a los finales felices. Argentina venía de batir a la Inglaterra de Shearer en los octavos de final y se las veía con Holanda en cuartos.

Corría el minuto 40 cuando Ortega se plantó en área holandesa y tras dejarse caer en el área reaccionaba dándole un cabezazo a Edwig Van der Sar. ¿El resultado? Roja para Ariel y la albiceleste obligada a jugar con un jugador menos durante el resto del encuentro, un encuentro que se encargó de ajusticiar Dennis Bergkamp en el 89´. La narración argentina, que clamaba al cielo con la irresponsabilidad de su estrella, convirtió al “Burrito” en el “Burro”. Imperdible (ver vídeo).

Vídeo de la expulsión de Ariel Burrito Ortega ante Holanda

Más pena que gloria en Italia y vuelta a River Plate

Convertido durante un tiempo en el enemigo público número uno de Argentina, Ortega se dejó seducir por la lira italiana, jugando dos temporadas en Parma y Sampdoria donde nunca llegó a mostrar todo su fútbol.

Tres años después Ortega regresaba a River Plate para formar un ataque de lujo junto a Pablo Aimar, Javier Saviola y Juan Pablo Ángel. Dos años después  y tras ganar dos Clausura, el vocerío le incitaba a seguir una vez más la línea natural, el camino recto.

Idolatrado hasta la saciedad en el Monumental, jugando a su aire, Ortega fue feliz, tan feliz que de nuevo llamó la atención de Europa. Sería el último intento, la última bala de aquellos que pensaron que aquel divo que movía los papelitos de las canchas argentinas donde se le antojaba, era capaz de hacerlo también en otro lugar.

Inhabilitado para jugar tras plantar al Fenerbahce

Nada más lejos de la realidad. Su etapa en Turquía terminó mal, muy mal. Con su innata capacidad para generar y generarse problemas, a mitad de su segunda temporada en Estambul,  el “Burrito” decidía viajar a Argentina para no volver. El Fenerbahce denunció el caso a la FIFA, que lo inhabilitó para jugar profesionalmente.

Fuera de la cancha Ortega siempre jugó para sí, sólo aceptó la colaboración con la promesa de palmaditas en la espalda. La denuncia del club turco le quitó la pelota de los pies durante un tiempo, su caso fue prácticamente pionero en el mundo del fútbol. El argentino siempre vio en los contratos una especie de papel de calco que poder romper cuando quisiese. Su forma de ser y sus caprichos eran consentidos en el lugar donde Ortega desplegó sus superpoderes durante años. El Burrito nunca logró acoplarse a un lugar ajeno, jamás respiró de verdad otro aire que no fuese el de Argentina, y más que visitar la Mezquita Azul pecó de querer plantar la Plaza de Mayo en mitad de la antigua Costantinopla.

Ariel Burrito Ortega en su corta etapa como jugador del Fenerbahçe
Ariel Burrito Ortega en su corta etapa como jugador del Fenerbahçe

Por el camino, Ariel había formado parte de uno de los mejores planteles de la historia de la selección Argentina. En 2002 Bielsa se presentaría en Corea y Japón con un grupo de jugadores estelares, la mayoría en su mejor momento. Ayala, Almeyda, Crespo, Claudio López, Verón, Zanetti, Aimar, Sorín, Batistuta… y un largo etcétera de enormes futbolistas que tras arrasar en las clasificatorias no pudieron pasar de la primera fase. Argentina lloró aquella Copa del Mundo como ninguna, conscientes de que iban a pasar muchos años hasta que el universo decidiese, de motu propio, juntar a jugadores de tal calidad bajo una misma bandera.

Trampolín Newell’s para regresar nuevamente a River Plate

Su rotura de contrato con el Fenerbahce significó que Bielsa no lo convocase más, si bien a nivel de clubes apareció Newell´s Old Boys para rescatarlo de su retiro a cambio de pagar la costosa indemnización al club turco. En un entorno idílico, Orteguita hizo del Estadio Marcelo Bielsa (paradojas del destino) el patio de su casa. Sin la velocidad de sus primeros años en River, Ortega dosificó sus intervenciones en el juego para convertirse en un futbolista menos vistoso pero igual de efectivo. El “Burrito” revitalizó a un club que permanecía aletargado durante años para convertirlo en campeón del Apertura 2003.

Argentina 2002. De izqda a drcha y arriba a abajo: Sorín, Cavallero, Pochettino, Chamot, Zanetti; Claudio López, Almeyda, Batistuta, Zanetti, Aimar y Ortega.
Argentina 2002. De izqda a drcha y arriba a abajo: Sorín, Cavallero, Pochettino, Chamot, Zanetti; Claudio López, Almeyda, Batistuta, Zanetti, Aimar y Ortega.

Su nivel recordaba a aquel jugador que antes de los 20 ya era el amo del Monumental. En esas River decidió que era momento de que el hijo pródigo volviese a casa, presos de la añoranza de aquella gloria que un día trajo con sí el Burrito.

Esa etapa sería el principio del fin para él, unos años en los que los problemas extradeportivos del jugador, que ya eran comentados entre los mentideros del país, explotaron públicamente. Repetidos problemas con el alcohol dieron con él en una clínica de rehabilitación, sus ausencias en entrenamientos y una desordenada vida familiar repercutieron en un jugador de fantasía al que la magia se le estaba escurriendo de los pies a marchas forzadas.

Distintas cesiones por Argentina hasta el retiro

River nunca tuvo el valor de echarlo, no del todo, el que fuera ídolo absoluto del club bonaerense no podía salir de la entidad a gorrazos. Tras no ser tenido en cuenta por varios entrenadores, entre ellos el que fuera su compañero en la albiceleste Diego Pablo Simeone, Ortega salió cedido primero a Independiente Rivadivia y tras una breve etapa de nuevo en River,  a All Boys.

El Burrito recibió el cariño y la comprensión de buena parte del fútbol argentino, pero es difícil ayudar a alguien que no se deja. Ortega finalizó el año con All Boys y se encontró con el histórico descenso del club de su corazón y para el que todavía pertenecía por contrato, River Plate. Ortega se ofreció a devolver a los millonarios a la Primera División argentina, de donde jamás debió salir, pero otro ex – compañero suyo como Matías Almeyda no le permitió formar parte del plantel.

El entorno de River tenía claro que el Burrito ya no estaba apto para tirar de nada ni de nadie, su vida profesional y sus problemas se habían comido al fenomenal futbolista que un día fue. El propio Almeyda le ofreció un puesto en el cuerpo técnico, pero Ortega no quiso decir adiós al fútbol profesional.

Ariel Burrito Ortega se retiró con 37 años en Defensores de Belgrano

El Burrito tenía 37 años, su imagen era más propia de un ex – jugador, si bien siempre tuvo la amabilidad de dejar algunas gotas de calidad en cada aparición. Le costó, le costó demasiado, pero tras una temporada en el modestísimo Defensores de Belgrano, por fin Ariel entendió que no podía seguir manchando la imagen de todo un 10 de Argentina. Se fue con toda la humildad con la que llegó, con ese tono despreocupado propio de quien no tiene mucho que decir, ese hilillo de voz suave y aburrido a partes iguales.

Perfil de Ariel Burrito Ortega. Ortega habla de sus problemas con el alcohol. Fuente: El Gráfico
Perfil de Ariel Burrito Ortega. Ortega habla de sus problemas con el alcohol. Fuente: El Gráfico

Despedida multitudinaria en el Monumental

El mundo del fútbol quiso brindarle una última despedida, una cita en la que los hinchas de River, los suyos, no le fallaron. Con un Monumental abarrotado y con la compañía de quienes fueron sus compañeros de fatigas, Ramón Díaz y Enzo Francescoli entre otros, Ortega dijo adiós a River Plate, a Argentina y al mundo.

No fue un jugador fácil de entrenar y pese a su imagen de persona tímida y afable, su carrera profesional siempre estuvo entre la gloria y el limbo. Quizá porque en sus travesías no se llevó a nadie por delante o quizá porque nunca tuvo un carácter de líder capaz de generarse enemigos por todas partes, el Burrito se fue con todo el respeto del fútbol argentino, tanto de compañeros como de rivales. Sin rencores ni puñales escondidos en la solapa, Ortega se retiró siendo admirado por todos.

Perfil de Ariel Burrito Ortega. Dijo adiós rodeado de sus seres más queridos en un abarrotado Monumental de Buenos Aires
Perfil de Ariel Burrito Ortega. Dijo adiós rodeado de sus seres más queridos en un abarrotado Monumental de Buenos Aires

Fue uno más de esos futbolistas imperfectos a los que parece que la palabra deportista se les queda grande y sin embargo el calificativo de artista se les queda pequeño, uno de esas hormigas que no siguen las migas del pan y acaban pasando más hambre que el resto, más penurias y consiguiendo menos gloria de la que deberían. Fue simplemente él, y así nos gusta recordarle. Ariel, Burrito Ortega.

3 comentarios en «Yo llevé la 10: recordando a Ariel «Burrito» Ortega»

  1. Hola vicente,gracias por el comentario.

    . Según dicen su padre era apodado «El Burro» por su poderío físico y su gran remate, aunque otras fuentes le atribuyen el sobrenombre a otras cualidades.

    En algunos lugares de Argentina se les llama «burros» a aquellos que tienen un miembro viril de gran tamaño, o bien a quienes tienen un éxito desmedido con las mujeres.

    Sin tenerlo confirmado, que cada uno coja la versión que quiera.

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