En Inglaterra inventaron el Football, el deporte al que tanto amamos; en América del Sur y en particular en Argentina han inventado el Fútbol, o sea la pasión y esa manera peculiar que tenemos los latinos de vivir este maravilloso deporte. En Argentina el deporte es sustancialmente fe. Y la ciudad de Rosario es el centro de esta religiosidad futbolística. Una ciudad nacida casi casualmente en un lugar donde los que viajaban de Buenos Aires para las Andas cambiaban los caballos. El amor por la pelota, como siempre en toda América del Sur, estimulado por los ingleses. Una historia de andenes, ferrocarriles, college ingleses y football. En Rosario los trabajadores de Ferrocarril Central Argentino se reunían después del trabajo para jugar a ese deporte que les habían enseñado los encargados ingleses y fundaron un equipo que hoy en día es el Club Atlético Rosario Central; los colores, los del ferrocarril de Su Majestad. Alrededor de este nuevo club nació la liga rosarina. Se trataba de un campeonato de la ciudad para seis equipos. En 1905 se jugó el primer Clásico de la ciudad de Rosario, porque ya había nacido una rivalidad verdadera e importante, y lo decidió Faustino Gonzalez marcando el gol del definitivo 1-0. Faustino era un gran delantero y un buen estudiante de lengua inglesa. Normal, porque estudiaba en un college inglés. A finales del ‘800 de hecho había llegado en la ciudad el profesor Isaac Newell. Fundó el Colegio Comercial Anglicano Argentino, el primer colegio no católico de Rosario y el primero también en tener educación física como materia de los cursos. Probablemente debido a la gran pasión del profesor Newell: el fútbol. Su hijo Claudio junto a otros exalumnos fundaron un equipo. Eran los viejos chicos del profesor Newell, eran los Newell’s Old Boys. Sus colores son el rojo y el negro, en homenaje a las banderas de Inglaterra (patria del profesor) y Alemania (tierra de su esposa Anna).
Es muy divertida la historia detrás de los apodos de los dos equipos que luchan desde 1905 por la supremacía de la ciudad de Rosario. En el hospital Carrasco querían recaudar dinero a beneficio de los enfermos de lepra. No había nada mejor que un Clásico para atraer a mucha gente y obtener una gran cantidad de dinero. Ese Clásico no se jugó nunca. Los de Newell’s se presentaron al campo mientras que los del Central no. Desde entonces los ausentes a ese compromiso son las «Canallas» y los otros son los «Leprosos». Y sigue así. Una ciudad dividida entre buenos y malos. Una ciudad en la que el coche se lleva al taller de uno de los tuyos, se va al dentista si es de los tuyos y así todo. Porque los otros no son de fiar.
Rosario es también la ciudad donde se celebra el mismo gol cada año desde el 1971. Parece una locura pero es así. Se trata de la famosa palomita de Poy: un gol marcado en la cancha de River el 19 de diciembre de 1971 por Aldo Pedro Poy para decidir el Clásico rosarino en la semifinal del Torneo Nacional que luego ganó Rosario Central. Todos los años el 19 de diciembre los hinchas canallas recuerdan esa victoria histórica: se reúnen, recrean esas acciones, el propio Poy reproduce el gol para que la hinchada pueda volver a gritar ese gol. Un gol hecho famoso también por el gran escritor y humorista rosarino y canalla Roberto Fontanarrosa en su cuento «19 de diciembre de 1971». Una oda al aficionado y a la buena rivalidad futbolística que aconsejo a todos leer.
Rosario ha sido y es patria de jugadores maravillosos, talentos extraordinarios como Leo Messi o Di María. En este sentido la ciudad no teme comparación. Todo el mundo del fútbol ha homenajeado a esta ciudad. Maradona también lo ha hecho jugando allí cinco partidos para los leprosos. Lo suficiente para que le dedicaran la parte alta de la Tribuna del estadio Marcelo Bielsa, la cancha del Newell’s. Pero no le digas a Maradona que él es el jugador más grande que ha jugado en Rosario porque él os va a decir que no es verdad, porque el mejor ha sido «El Trinche» Carlovich. Personaje desconocido para la masa, 0 partidos en la selección albiceleste, pocos partidos en Rosario Central pero una vida en el tercer equipo de la ciudad, el Central Córdoba. En su estadio se señalaba si era presente o no y el precio de la entrada variaba en consecuencia. Era una verdadera atracción. Un jugador de esos que no hacen carrera porque no juega para vivir sino vive para jugar. Por eso enamoró a todos y todos los grandes de Argentina vinieron a verle jugar al menos una vez en la vida. Se cuentan varias leyendas sobre este jugador. Por ejemplo se dice que en un partido de preparación al Mundial ’74 que la selección disputó contra una selección rosarina de jugadores que no fueran internacionales, Carlovich humilló a todos sus rivales de forma brutal en los primeros 45 minutos y que por eso el entrenador de la absoluta pidió al entrenador de la selección rosarina que lo sacase del campo. También se dice que le pagaban por caños realizados. Y que una vez, de visitante, fue expulsado y que los hinchas del equipo de casa pidieron al árbitro readmitirlo porque querían ver las jugadas del genio al menos una vez al año. Una historia diferente y única como Rosario, la ciudad del fútbol.