Un equipo ganador siempre ha estado formado por diversos factores que se han considerado claves a lo largo de las épocas. Para empezar, se necesita un buen quinteto, con varias figuras que destaquen sobre el resto. Además, jugadores que salgan desde el banquillo y revolucionen el partido. Y, finalmente, un cuerpo técnico que les ordene en el campo, sepa cuando parar los encuentros, y cuando dejar que se siga. Estos liderados por un entrenador de «clase Top«. Y el mejor ejemplo de esto, en los últimos años, son los Golden State Warriors, sobre todo de 2015. Que tenían a Steve Kerr como guía. Y salvando las distancias -por lo que son los Warriors y lo que todavía no son los Celtics- Brad Stevens puede tomar el testigo que deje el de la Bahía, cuando el proyecto llegue a su fin.
La historia de Brad Stevens, el genio de la pizarra
De trabajar en un Applebee’s (cadena de restaurantes) mientras era asistente voluntario en Butler, a Head Coach de la misma universidad, y de ahí a la NBA. La historia de Brad Stevens.
Los inicios de Brad Stevens
Indiana, 1981. Bradley Kent Stevens tiene ya 5 años. Y a base de ver cintas de vídeo antes de la guardería, va desarrollando un amor por el baloncesto inusitado. Además, su padre le lleva a partidos de los Hoosiers lo que, unido a una canasta regalada a los 8 años, va aumentando más y más esa pasión. Un amigo suyo, Brandon Monk, tiene una cancha en su casa, y Brad empieza a ir con regularidad. Con el paso de los años organizarán «pick-up games«, y Stevens irá evolucionando su conocimiento sobre el juego. Su gusto por los puzzles potenciará un ingenio y agudeza mental que utilizará para analizar las debilidades de los contrarios.
Entonces, llegará el Instituto, donde será una de las estrellas del panorama de instituto de Indiana. Y una leyenda en el suyo propio. Es el mayor anotador, asistente, ladrón… de su historia, además del que más puntos ha promediado por partido, con 26.8. Y aún así, solamente recibió una oferta de una Universidad de Division 1, decidiéndose finalmente por DePauw College.
Tras 4 años en esta Universidad, y tras ser capitán el último año y lograr diversos honores a lo largo de su carrera, aunque nunca llegó a destacar (7.7 puntos por encuentro), se gradúa en económicas. Y recibe una oferta para trabajar en la farmacéutica Eli Lilly. Pero al mismo tiempo lo que había vivido y sentido en un campus de la Universidad de Butler, donde había sido voluntario en verano, le seguía rondando la cabeza. Por lo que cuando le ofrecen un trabajo como voluntario en Butler, acepta el empleo, a sabiendas de lo difícil que será hasta que consiga que el trabajo sea remunerado.
Empezando en la Universidad de Butler
Y entonces, cuando estaba a punto de entrar en Applebee’s, le ofrecen un trabajo como asistente de Thad Matta. Recibirá 18.000$ al año por pasar 14 horas diarias recogiendo, analizando, categorizando… jugadas defensivas. Y aunque ahora nos parezca normal –la relación entre Stevens y la defensa– en aquel momento no era del todo así.
Según dos de sus antiguos compañeros en DePauw, la defensa y Brad Stevens no se llevaban muy bien. Mientras que Joe Nixon decía que Brad nunca jugaba defensa, que únicamente le interesaba anotar (ESPN), su amigo y co-capitán Josh Burch afirmaba que la defensa no era lo suyo.
Todo se acelera, cuando al año siguiente Matta deja Butler, y Stevens es ascendido a asistente a tiempo completo. Se encargará de cada apartado del juego. Desde reclutamiento, pasando por la preparación de los partidos, hasta encargarse de los consejos o las tácticas durante los encuentros.
Hasta que en 2007 le dieron la oportunidad de ser el entrenador principal. Con 31 años, afronta su primera temporada, llevando a su equipo a un récord de 30 victorias y 4 derrotas. Y en 2010-11, los lleva a la Final Four durante dos años consecutivos, con jugadores como Gordon Hayward o Shelvin Mack. Dos años después abandona Butler, tras haber rechazado ofertas muy suculentas de diferentes universidades. Ya que se rumorea que UCLA llegó a ofrecerle 3 millones al año.
El salto de Brad Stevens a la NBA
Pero aparecieron los Celtics. Y la posibilidad de entrenar a una franquicia NBA, y crecer a medida que el equipo se reconstruye. Logrando en un plazo de una temporada, y tras la llegada de Isaiah Thomas, pasar de ser el 3er peor equipo de la Liga, a los PlayOffs. Y siendo cada año mejores, hasta alcanzar el top-2 en la Conferencia Este durante dos años seguidos. Cabe destacar este año, por su récord personal de 55 victorias. Y todo ello, sin Kyrie y Hayward, y con 4 jugadores repitiendo de la plantilla del año pasado. Porque ya es hora de hablar de esta temporada.
Tras quedarse por el camino en 2017, Danny Ainge se puso en marcha y, tras intercambiar elección con Philadelphia asegurándose una más en 2019, seleccionó a Jayson Tatum en el Draft. Después consiguió a Gordon Hayward en la Agencia Libre, y se aprovechó de la situación de Cleveland para llevarse también a Kyrie Irving. Y en un movimiento que entonces era arriesgado, dio a Bradley por Morris, para conseguir anotación+defensa y contrato bajo. De esta forma, armó un equipo con mucho futuro pero al que nadie veía capaz de competir con Cleveland/Warriors. Y mucho menos cuando se lesionó Gordon Hayward.
La superación de las adversidades
Para muchos (me incluyo durante unos meses) la temporada de los Celtics acababa ahí, y tocaba pensar en los jóvenes, en el año que viene, etcétera. Pero entonces consiguieron una increíble racha de 16 victorias consecutivas, y las posibilidades volvieron a Massachussetts, de la mano de Jay&Jay (Brown y Tatum) y Kyrie Irving. Hasta que en marzo, la rodilla de Irving dijo basta, y la NBA pareció definitivamente acabada. Iban a acceder a los PlayOffs, eso parecía seguro, pero no se sabía si podrían pasar siquiera de primera ronda.
Y entonces, otra vez, volvieron a demostrar de qué están hechos, y superaron a los Bucks en 7 partidos, y después, a los Sixers, que ya les daban por muertos, en 5. Con un Brad Stevens consagrado como la nueva estrella de la NBA. Bien por sus ajustes tras tiempo muerto (dos bandejas para ganar uno de los encuentros a Philadelphia), bien por la intensidad defensiva que provoca en su equipo.
Pero sobre todo por haber conseguido sacar brillo de gente como Rozier, que podría ser titular en cualquier equipo. O Aron Baynes, que pasó de no tirar de tres a +40 intentos esta temporada, destacando su 50% en PlayOffs. Y qué decir de los dos Jay’s. Que sí, que ya tenían el talento de fábrica, y el baloncesto en su ADN, pero gracias a las vicisitudes de la temporada, y al sistema de Stevens, se han destapado como futuras súper-estrellas de la Liga. Y se puede afirmar con total seguridad.
¿Un entrenador infravalorado?
Y para acabar, queda decir que puede que parezca que Brad Stevens está valorado como merece, y que es el actual mejor entrenador de la NBA. Pero también que los entrenadores no opinan lo mismo. Stotts, McMillan, D’Antoni… hasta Doc Rivers, se llevaron votos al entrenador del año de sus compañeros de profesión. Pero Brad Stevens no recibió ninguno. Esto demuestra el «colegueo» entre ayudantes/ex-compañeros, y lo difícil que es entrar con buen pie en el gremio viniendo de la NCAA. Esperemos que el tiempo le valore como merece, porque tiene madera de ser, en un futuro, «de los mejores de la historia«. En Boston pueden estar tranquilos, tienen estrellas en la pista, y en el banquillo. Y con 41 años, aún le queda brillo para muchos años más.